La primera capa hidrotoponímica de Hispania es claramente indoeuropea, tanto en territorios ocupados por indoeuropeos a la llegada de los romanos, como en aquellos ocupados por no indoeuropeos.
Entre los pueblos indoeuropeos, el paradigma tradicional – arrastrado en textos tipo Wikipedia hasta nuestros días – ha sido clasificar sus lenguas como “pre-celtas” a pesar de su fonética no céltica (especialmente la -p- inicial), como consecuencia de la presencia de los mismos topónimos en áreas ocupadas por celtas (e.g. Parisii, Pictones, Pelendones, Palantia); o peor aún simplemente como “celtas”, como consecuencia del famoso componente -briga o similares. Esta visión era evidentemente insostenible a finales del siglo XX, pero hoy en día es sencillamente anacronística.
NOTE. Dado que indoeuropeos y no indoeuropeos del occidente europeo muestran fuertes cuellos de botella del cromosoma Y bajo el haplogrupo R1b-P312, los mapas de este post muestran la evolución de grupos culturales junto con componentes ancestrales de las muestras antiguas de ADN. La serie de mapas de migraciones prehistóricas (en inglés) también contiene mapas de ADN-Y y ADNmt.
Arqueo-indoeuropeos
Aunque la naturaleza indoeuropea no céltica del lusitano is hoy caso cerrado, la naturaleza de las lenguas “pre-celtas” habladas por cántabros, astures, pellendones, carpetani y vettones todavía es discutida, debido a la falta de material con el que trabajar.
Lusitano-galaico
De Hacia una definición del lusitano, por Vallejo (2013):
Me consta que sigue siendo válida la delimitación del área geográfica fijada por Tovar, determinable básicamente por los documentos directos conocidos, es decir, las inscripciones tradicionalmente aceptadas (las clásicas de Lamas de Moledo, Arroyo de la Luz y Cabeço das Fráguas, además de la nueva de Arroyo y la reciente de Arronches; cf. fig. 1), a las que bien podrían sumárseles algunas otras: la nueva inscripción bilingüe de Viseu forzosamente nos obliga a considerarla como indígena, por contener términos que pertenecen al fondo de la lengua y no solo a la onomástica (me refiero al nexo igo y a los apelativos deibabor y deibobor). En virtud de esta nueva incorporación, podemos considerar también indígenas otros textos aunque no incluyan léxico común (cf. fig. 1, inscripciones 7 a 22), en la confianza de que bastantes escribas lusitanos estaban conscientemente mezclando dos registros lingüísticos (code switching), uno para referirse a las divinidades (para las que usaron frecuentemente flexión indígena) y otro para los antropónimos (siempre con flexión latina).
En primer lugar, llama la atención que a este perfil geográfico que dibujan los textos le corresponden en distribución casi exacta grandes series de antropónimos y de teónimos.* Entre los abundantes nombres de persona podemos destacar aquellos con un gran número de repeticiones cuya aparición se circunscriba a nuestra región (ver fig. 2). Algunos de ellos son verdaderamente frecuentes y carecen de paralelos en el exterior, como la raíz Tanc- / Tang- (de Tanginus) con nada menos que 130 atestiguaciones, o Tonc- / Tong- (de Tongius o Tongetamus) con 70. Otros muestran también cifras suficientemente representativas como Camalus y Maelo (con 46 repeticiones cada uno), Celtius (con 29) Caturo o Sunua (con 23), Camira (con 22), Doquirus (con 20), Louesius (con 18), Al(l)ucquius (con 17) o Malge(i)nus (con 16). De acuerdo con estas cantidades, no parece que nos encontremos ante apariciones casuales de nombres, teniendo en cuenta que el azar tiende a reducirse al mínimo en la península ibérica desde que podemos manejar fácilmente todo el corpus peninsular. A su vez, Reue, Bandue, Nauiae o Crougiae son los teónimos que mejor representan al área lusitano-galaica, coincidente en lo fundamental (fig. 3) con la que nos habían dibujado tanto la antroponimia como los textos, aunque con menor cantidad de ejemplos.
*La otra subdivisión de la onomástica, la toponimia, presenta dificultad en la elaboración de series, por las escasas repeticiones de segmentos, una vez eliminado el elemento universal -briga.
Pero no solo son estos grupos de nombres y de raíces los que nos ayudan a definir una gran área noroccidental, sino que, como he tenido ocasión de mencionar en otros lugares, pueden también añadirse algunos fenómenos onomásticos que comparten una distribución similar: la desinencia -oi (con una asimilación en -oe / -ui) de dativo singular teonímico, la desinencia -bo de dativo plural, la presencia del sufijo formador de nombres -aiko-, además de otros rasgos fonéticos como el paso de e > ei en la antroponimia, la reducción ug > u o el paso de w > b.
Cántabro-astures
De El concepto de área onomástica: el caso de los astures, por Vallejo (2013):
(…) en primer lugar, parece que nos encontramos ante un área onomástica propia, definible por una serie de nombres y de sufijos que se repiten allí de forma exclusiva o mayoritaria. Esta área no parece corresponderse con lo que sabemos de la onomástica lusitano-galaica ni tampoco de la astur más costera; igualmente se diferencia del área celtibérica, con la que no tiene puntos en común. De esta manera, y siempre en el terreno conjetural, podríamos hallarnos ante una lengua indoeuropea no celta diferente del lusitano.
Una peculiaridad que habrá que investigar es la presencia de un corredor fronterizo excesivamente ancho, donde no predominan los nombres de los astures meridionales (augustales), pero tampoco los de los astures septentrionales (transmontanos). De igual modo, tendremos que ver el alcance de la hipótesis de que pudo existir una lengua quizá diferenciada de la hablada en las zonas lusitana, galaica o celtibérica; la menor riqueza documental de la zona astur transmontana hace más difícil asegurar que no es la misma área lingüística que la que aislamos entre los astures augustales.
En cualquier caso, de Hoz, aun teniendo en cuenta la dificultad de una afirmación de este tipo, señalaba ambiguamente que podríamos encontrarnos ante lenguas diferentes29. Por otro lado, la inexistencia de textos directamente transmitidos por este pueblo deja sin una confirmación definitiva al argumento de que se trate de una región diferenciada lingüísticamente, pero no lo invalida en absoluto. Estos inconvenientes obligan a dejar en suspenso la caracterización exacta de nuestra área, a la espera de avances en el terreno de la epigrafía y de la metodología.
No indoeuropeos
Los siguientes son principalmente fragmentos de Villar (2007, 2014):
Vascos
Antroponimia
La información proporcionada por los topónimos e hidrónimos por una parte y los antropónimos por otra es de valor histórico indudable en ambos casos, pero de significación específica diferente. Los antropónimos reflejan la situación presente en el momento en que personas vivas los estaban utilizando. Es un terreno muy sensible a los cambios sociales de toda índole, que llega a su máximo nivel cuando se produce un cambio de lengua.
(…) el inventario antroponímico prerromano del País Vasco y Navarra indica que en el momento anterior a la llegada de los romanos la lengua hablada (reflejada en los nombres utilizados) era indoeuropea en los territorios caristio, várdulo y autrigón, mientras que en territorio vascón (sobre todo en la actual Navarra) la mayoría de los hablantes elegían nombres ibéricos. En territorios del actual País Vasco sólo una proporción estadística insignificante elegía nombres euskéricos, mientras que en Navarra lo hacía una parte minoritaria de la población. Así estaban las cosas hacia el s. iii a. C.
Hidro-toponimia
Las ciudades y los ríos no están sometidos al efímero ciclo vital de los humanos. Los ríos tienen ciclos larguísimos que rebasan con mucho la experiencia no ya de los individuos sino de las lenguas y las culturas. Las ciudades son en general también muy estables, aunque circunstancias sociales hacen que de vez en cuando una sea abandonada o destruida, mientras que otras nuevas se crean de tarde en tarde. Eso hace que los nombres de los ríos y de las ciudades no estén sometidos a las modas ni se cambien con frecuencia. Tampoco un cambio de lengua supone una renovación de la hidronimia y la toponimia precedentes.
Los hablantes de las nuevas lenguas incorporadas a un territorio aprenden de los nativos el sistema hidronímico y toponímico, produciéndose lo que llamamos la «transmisión toponímica». (…) requiere que haya un contacto prolongado entre la población autóctona y los nuevos ocupantes, que sólo puede darse cuando la población autóctona no es aniquilada de manera rápida y radical.
Los datos onomásticos antiguos del País Vasco y Navarra pueden resumirse así:
- la hidronimia antigua, el componente onomástico de más larga durabilidad no es euskera, sino indoeuropea en su totalidad.
- La toponimia antigua, que le sigue en durabilidad, es también indoeuropea en su totalidad, excepto Poampaelo (actual Pamplona) y Oiarso (actual Oyarzun).
- Y en la antroponimia, que refleja la lengua utilizada en el momento en que esos nombres estaban en uso, es también masivamente indoeuropea, aunque hay entre un 10% y un 15% de antropónimos con etimología euskérica.
(…) los datos existentes muestran que, mientras que en época romana en Hispania no había más que un par de topónimos en los límites pirenaicos y una decena de antropónimos de etimología euskérica, en Aquitania había una abundante antroponimia de esa etimología.
Ese conjunto de hechos se compadece mejor con una hipótesis que postulara una infiltración tardía de ese tipo de población desde Aquitania, que en el momento de la conquista romana hubiera tan sólo alcanzado a establecer una cabeza de puente, consistente en pequeño núcleo de población en Navarra y el Alto Aragón y nada más, excepto algunos individuos aislados en las actuales provincias de Álava, Vizcaya y Guipúzcoa. La ausencia casi completa de topónimos antiguos de etimología euskérica quedaría de esa manera explicada con claridad: los euskaldunes, recién llegados y aún en escaso número, no habrían tenido la posibilidad de alterar todavía en profundidad el acervo toponímico previo a su llegada, que era indoeuropeo.
No es nueva la idea de una euskaldunización tardía de una parte de esos territorios, en la primera Edad Media o la tarda Antigüedad. Ya en los años ’20 M. Gómez Moreno decía sobre las modernas provincias vascongadas, con el distrito de Estella en Navarra, que «la nomenclatura personal admite comparaciones de valor definitivo, probatorias de que allí vivían gentes de raza cántabro- astur [que para Gómez Moreno era indoeuropea], sin el más leve rastro de vasquismo perceptible». Para él, el primer pueblo indoeuropeo en penetrar en la Península habría sido el ligur, del que procederían cántabros, astures, vénetos, lusitanos, tormogos, vacceos, autrigones, caristios y várdulos.
Aquitania
Si, como hemos dicho más arriba, los hablantes de euskera comenzaron a entrar en la Península Ibérica desde el otro lado de los Pirineos tan sólo a partir de la época romano-republicana, para ir intensificando su presencia en los siglos siguientes, hay que suponer que al norte de los Pirineos estaban ya antes de esas fechas. Y, en efecto, la existencia de esa abundante antroponimia euskérica demuestra que en los primeros siglos de nuestra era, mientras que los euskaldunes en la Península eran muy escasos en número, en Aquitania su población era abundante.
De manera provisional podemos adelantar que sus hidrónimos son también conocidos en otros lugares de Europa y fácilmente compatibles con etimologías indoeuropeas (Argantia, Aturis, Tarnes, Sigmanos); y entre los topónimos son también numerosos los que resultan compatibles con etimologías indoeuropeas no galas, o no necesariamente galas (Curianum, Aquitania, Burdigala, Cadurci, Auscii, Eluii, Rutani, Cala-(gorris), Latusates, Cossion, Sicor, Oscidates, Vesuna, etc.).
Además de esos topónimos que clasificamos como genéricamente indoeuropeos, hay no pocos celtas (Lugdunum, Mediolanum, Noviomagos, Segodunon, Bituriges, Petrucorii, Pinpedunni), varios latinos (Aquae Augustae, Convenae, ad Sextum, Augusta) e incluso algunos híbridos celto-latinos (Augustonemeton, Augustoriton). En cambio apenas hay nombres, ni seriados ni no seriados, que tengan una posibilidad razonable de ser explicados por etimología euskérica (Anderedon podría ser uno de ellos).
En consecuencia, el panorama onomástico de Aquitania no es compatible con la posibilidad de que el euskera sea el «elemento primordial» tampoco allí. Por el contrario es compatible con la hipótesis de que también en Aquitania hayan llegado tarde, cuando la hidro-toponimia estaba ya constituida. Ellos debieron euskerizar a toda o parte de la población precedente, que pasó a usar en gran medida la antroponimia euskaldún. Pero la toponimia anterior permaneció y la euskaldunización debió verse pronto interrumpida por la celtización primero y la romanización después.
Pero por desgracia la Lingüística no dispone de medios para establecer el momento de esa llegada en términos de cronología absoluta. Por lo demás, esa hipótesis no es incompatible con algunas peculiaridades en la frecuencia de ciertos genes de la población euskaldún169. En efecto, hoy se tiende a atribuir dichas peculiaridades a la acción conjunta de la deriva genética y el aislamiento; a lo que acaso podríamos añadir un cuello de botella en la población fundacional euskadún que un día se estableciera en Aquitania.
Predicción genética en 2011
Así es como Francisco Villar veía lo que podía pasar con la genética de los vascos en 2007, basándose en la similitud con los vecinos ibéricos y franceses, y en la intrusión tardía del idioma en su territorio actual:
(…) por desgracia la Lingüística no dispone de medios para establecer el momento de esa llegada en términos de cronología absoluta. Por lo demás, esa hipótesis no es incompatible con algunas peculiaridades en la frecuencia de ciertos genes de la población euskaldún169. En efecto, hoy se tiende a atribuir dichas peculiaridades a la acción conjunta de la deriva genética y el aislamiento; a lo que acaso podríamos añadir un cuello de botella en la población fundacional euskadún que un día se estableciera en Aquitania.
También Villar, en 2014:
En la hipótesis que yo propongo, los futuros hablantes de euskera se habrían asentado inicialmente en Aquitania, en donde se habría estado produciendo una inevitable difusión genética con las poblaciones [de primera etapa] preexistentes. En cambio, al País Vasco y Navarra habrían comenzado a llegar hablantes de euskera desde Aquitania tan sólo a partir de la época romana (sólo un par de topónimo euskeras, al menos uno de ellos de reciente cuño; escasez de antropónimos de etimología euskera). La parte de esas poblaciones que se mezclaron con las arqueo-indoeuropeas pre-existentes (nombres indoeuropeos de los ríos; generalidad indoeuropea de la toponimia) vieron cómo la singularidad de sus haplogrupos, si es que la hubo, se diluyó haciendola difícilmente distinguible del fondo general; incluso, al ser minoritaria, pudo perderse como resultado de una deriva genética adversa.
Olalde et al. (2019) confirmó esta hipótesis de que los vascos modernos son muy parecidos a los indoeuropeos investigados en Iberia (como los celtíberos del País Vasco):
Para la Edad del Hierro, documentamos una consistente tendencia al incremento del componente europeo central y nórdico con respecto a la Edad del Bronce precedente. Este incremento fue del 10 al 19% (intervalos de confianza del 95% aquí y en los datos que siguen) en 15 individuos a lo largo de la costa mediterránea donde se hablaban lenguas ibéricas no indoeuropeas; 11 a 31% en dos individuos del sitio tartésico de La Angorrilla en el suroeste, con atribución lingüística incierta; y 28 a 43% en tres individuos de La Hoya en el norte donde probablemente se hablaban lenguas celtíberas indoeuropeas. Esta tendencia documenta un flujo genético hacia Iberia durante el Bronce Tardío o la Edad del Hierro Temprana, posiblemente asociada con la introducción de la tradición de los campos de urnas.
Los vascos modernos muestran por tanto, paradójicamente, una genética similar a invasores indoeuropeos recientes de la Edad del Hierro (probablemente los ancestros de los celtíberos), lo que confirma la hipótesis de cuellos de botella / efectos fundador seguidos de un aislamiento muy reciente de la población:
(…) el perfil genético de los vascos modernos que hablan la única lengua no indoeuropea de Europa Occidental [] se solapa genéticamente con poblaciones de la Edad de los Metales, mostrando niveles sustanciales de componente de estepa.
Iberos
Para el ibero las circunstancias de análisis son menos favorables. No obstante podemos observar en la toponimia antigua de las zonas típicamente ibéricas (el Levante español y Cataluña) una considerable proporción de toponimia de etimología indoeuropea, frecuentemente idéntica a la que F. Villar (2000) ha llamado «meridional-ibero-pirenaica». En realidad, su presencia en el Levante no es sino su continuación desde Cataluña hacia el Sur a lo largo de la costa mediterránea. He aquí algunos ejemplos: Caluba, Sorobis, Uduba, Lesuros, Urce / Urci, Turbula, Arsi / Arse, Asterum, Cartalias, Castellona, Lassira, Lucentum, Saguntum, Trete, Calpe, Lacetani, Onusa, Palantia, Saetabis, Saetabicula, Sarna, Segestica, Sicana, Turia, Turicae, Turis.
Compatibles con la etimología indoeuropea pueden ser también Blanda, Sebelacum, Sucro, Tader, Sigarra, Mastia, Contestania, Liria, Lauro, Indibilis, Herna, Edeta, Dertosa, Cesetania, Cossetani, Celeret, Bernaba, Biscargis, (…)
Finalmente, en otros topónimos hay componentes indoeuropeos en sintagmas toponímicos híbridos, como:
1. orc- / urc-: Orceiabar, Urcarailur, Urceatin, Urcebas, Urcecere, Urcescer, Urceticer.
2. Il-: Iltukoite, Iluro (3), Ilurci, Ilorci, Ilurcis, Ilucia, Iliturgi, Ilarcurris, Iluberitani, etc.
Ejemplos como ésos demuestran que en Cataluña y el Levante español el ibérico no es la lengua del substrato más profundo identificable, sino que se debió instalar allí cuando había previamente una lengua indoeuropea que había creado una red considerable de topónimos e hidrónimos que podemos reconocer y sobre la que el ibérico se asentó a manera de superestrato. La preexistencia de una lengua indoeuropea en la zona históricamente ibérica se corrobora además por el hecho de que sus hidrónimos antiguos son todos indoeuropeos, con excepción de un solo río que tiene un nombre que se supone ibérico: el Iberus (Ebro)175, del que obviamente tomaron su nombre el país y sus habitantes. Sin duda ib- era un apelativo para río, de modo que en la lengua que creó ese hidrónimo el Iber debió ser simplemente «el río». Pero veremos en el cuerpo de este trabajo que ib- está en diversos lugares fuera de la Península Ibérica como apelativo para «río», lo que nos obligará a replantear su supuesta filiación ibérica. Pero el Iberus tuvo otro nombre, Elaisos, cuya etimología es compatible con la indoeuropeidad. Como sabemos con certeza que detrás de los iberos no llegó a ese territorio ningún pueblo indoeuropeo más que los romanos, los indoeuropeos creadores de esa hidronimia han tenido que estar allí antes que los iberos. Y su antigüedad debe ser considerable ya que, como ya hemos dicho, la gran mayoría de sus hidrónimos (Alebus, Caluba, Lesuros, Palantia, Saetabis, Sigarra, Sucro, Tader, Turia y Uduba, Elaisos) pertenece a esa lengua indoeuropea, anónima por no haber dejado textos escritos ni haber tenido continuidad histórica.
Villar (2014):
No siempre que una lengua se asienta en un territorio consigue erradicar definitivamente las preexistentes. Incluso un sistema político tan unitario y unificador como fue el romano no consiguió erradicar el euskera. Y actualmente en Hispanoamérica, a pesar del dominio cultural aplastante del español, a pesar de los medios para la escolarización de una sociedad moderna, a pesar de los medios de comunicación, se habla una multitud de lenguas pre-colombinas que coexisten con la lengua de cultura, la única que se escribe en esos países. En esas situaciones, que se pueden prolongar mucho en el tiempo, conviven individuos que sólo hablan la lengua de nueva imposición, otros que hablan sólo la lengua que se ha resistido a desaparecer y otros que hablan las dos, en un amplio marco de bilingüismo. Mi propuesta es que algo similar a eso debia ser el territorio ibérico a la llegada de los romanos: Una lengua de cultura, el ibero, diversificada en dialectos locales más o menos alejados coexistía con varias lenguas anteriores, igualmente diferenciadas desde el punto de vista dialectal. Eso explica la irrupción en los textos ibéricos de antropónimos no ibéricos y, sobre todo, la existencia allí de una hidro-toponimia arqueo-indoeuropea que se había mantenido en uso no sólo por haber sido trasmitida a los hablantes de ibero sino también porque sus usuarios nativos continuaban presentes.
Etrusco
(…) en el conjunto de Italia hay una considerable colección de topónimos e hidrónimos de tipo «hispano-meridional», cuyo inventario conjunto hemos aportado más arriba. De ellos se encuentran en Etruria Ause, Veturris / Bituriza, Castola, Hasta, Cortona, Luca, Minio, Osa / Ossa, Pissai, Pistoria. Los correlatos hispanos e italianos de esos nombres son:
Sin embargo, el inventario de topónimos e hidrónimos antiguos de Etruria compatibles sin violencia con etimologías indoeuropeas bien conocidas es mucho más amplio: Albina, Alma, Alsium, Arnine, Arnos, Arnus, Aventia, Marta, Pallia, Umbro, Vetulonium, Volsinii. Por lo demás, la mayoría de los hidrónimos de Etruria tiene etimología indoeuropea no latina: Albina, Alma, Arnine, Arnos, Arnus, Auser, Aventia, Marta, Minio, Osa, Ossa, Pallia, Umbro. Y muy pocos de los restantes (Clusinus, Cremera, Lingeus, Trasumenus, Vesidia) podrían revindicar una etimología etrusca, si es que puede hacerlo siquiera uno.
En resumen, el territorio ocupado por los etruscos presenta una situación hidro-toponímica muy similar a la del resto de Italia y de Europa Occidental: exhibe un estrato toponímico muy profundo de carácter indoeuropeo al que pertenecen la mayoría de los hidrónimos atestiguados en la Antigüedad. Como conocemos la historia de Etruria a partir de finales del I milenio a. C. y sabemos que entre los etruscos y la romanización del territorio no medió la presencia de ningún pueblo indoeuropeo, hemos de concluir que esa toponimia antigua estaba ahí antes que los etruscos llegaran o emergieran en ese lugar. Y, cuando los etruscos se establecieron allí, no tuvieron la oportunidad de poner nombres de su lengua a los ríos en general, porque éstos ya los habían recibido de un pueblo anterior y los etruscos se limitaron a aprenderlos, adaptarlos a su lengua y trasmitirlos a su vez a los romanos. Cuando éstos romanizaron Etruria se limitaron a su vez a incorporar esos nombres y adaptarlos al latín.
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